sábado, 8 de enero de 2011

¿Para qué la izquierda y la derecha si tenemos el centro?

En días de diciembre, que uno suele encontrarse con viejos amigos, la vida parece un deja vù, una especie de matrix recargada de lo que alguna vez fuiste. Me tocó encontrarme con viejos amigos politólogos que me sorprendieron. Ellos me "acusaron" alevosamente de ser izquierdista ahora, socialista o revolucionario que, al parecer, es lo mismo para ellos. No los culpo, quizás uno da ideas falsas cuando asume poses muy críticas; aunque a veces la gente no percibe tu optimismo y tus comentarios positivos. Tampoco los culpo: vivimos en una sociedad donde es más fácil ver lo malo o negativo.

Y no digo que ser socialista o de izquierda lo sea, sino que con los referentes tan tristes que tenemos en Costa Rica (la China que pone niños a trabajar para vender a Mac Donalds, la Venezuela de Chaves o la Nicaragua usada y chupada por Ortega), para muchos que no ahondan en el tema sí lo es. En la Costa Rica Figuerista ser comunista era ser un come niños ateo, recuerdo bien ese prejuicio en los pueblos de la periferia del país. Los liberacionistas incluso atacaban a los sociacristianos de comunistas, que era tanto como mentarles la madre. No obstante, hay esperanzas como la de Lula en Brasil (el que debió ser el verdadero y natural líder del socialismo democrático americano) o los Kishner en Argentina, quizás también el caso del Frente Amplio en Uruguay. Estos últimos tres casos de éxito relativo del socialismo democrático nunca se mencionan en Costa Rica, donde todo referente a esa doctrina socio-política se hace con Chaves; principalmente en los medios de comunicación neoliberales.

En la Universidad de Costa Rica, cuando estudiaba, era más capitalista que socialista, aunque siempre tuviera presente mi perspectiva crítica de las cosas. Recuerdo incluso haber escrito un ensayo que confronta los discursos de ambos lados de la ideología política. En ese ensayo planteo ya mi postura de centro, de equilibrio y de balance en las ideas y las prácticas políticas. Nunca he sido socialista, como tampoco neoliberal, nunca he sido muy doctrinario, estoy tan decepcionado de gente de izquierda como de derecha, como entusiasta con muchos de ellos en ambos lados, no me constriño a uno solo de los lados. A eso antes le llamaban "pancismo", cuando pensaban que la política era como un juego de fútbol. En realidad se trata de asumir, adoptar y pregonar -si se quiere- lo que uno considera aportes positivos de ambos lados. Hay un cinismo asombroso en los neoliberales que destruye, como hay un descaro incongruente en los socialistas. Muchos socialistas de ayer terminaron capitalistas de hoy.

En el fondo siempre me he considerado un ecléctico y si tuviera que ajustarme a una ideología porque la prefiero más, esa es la socialdemocracia. Pero hasta la socialdemocracia tiene sus niveles de intensidad. La Costa Rica que el PLN creó en Costa Rica en los años setenta fue cercana al socialismo, mientras la actual es francamente cerca al liberalismo económico (neoliberalismo).

¿Soy socialista? En algunos aspectos, en parte. ¿Soy liberal? Lo mismo, soy más liberal en lo político que en lo económico, soy más socialista en lo social que lo económico. Me gusta la propiedad privada bien repartida, la considero inevitable en una sociedad donde por naturaleza ya somos diferentes. Me gusta la intervención del Estado en temas de protección social, protección de una justa y equilibrada repartición de la riqueza, pero como a todos me disgusta el Estado ineficiente. Doy prioridad al bienestar general (colectivismo) antes que el individual, cuando es al contrario nos enfrentamos a una sociedad degradada en sí misma, en un "canibalesco urbano" que incluso conduce a actitudes anarquistas y de retroceso socio-político. La competencia es posible y consustancial a los seres humanos, pero cuando su sociedad se basa en ella pierde todo sentido de bienestar colectivo, de protección de los más débiles, y se convierte en una sociedad dantesca, incluso ruin, cínica y egoísta. El neoliberalismo basa su proyecto de sociedad en la competencia como un valor máximo: un error que debemos tener presente. La competencia al extremo solo beneficia a alguien: a los dueños del capital en el mundo, a los más ricos que son inmensamente los menos.

Soy un ecléctico, no un revolucionario, no un izquierdo, ni un socialista. Soy un demócrata crítico, que dirá lo malo como lo bueno, un politólogo que busca todos los días los mejores aportes de cada doctrina, pero principalmente de cada práctica política. Y, lo más importante, que busca los mejores aportes de cada ser humano. Amo la cultura porque ella es uno de los más importantes que tenemos para dar las personas y mejorar nuestras sociedades.
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