miércoles, 18 de marzo de 2015

Fútbol e idiosincrasia de un país que puede pero no quiere

No soy comentarista ni especialista de deportes, aunque soy aficionado y, por eso, conocedor del fútbol que desde niño me apasiona y he practicado con ningún éxito. Sin embargo, he querido plantearles estas ideas porque considero que el fútbol, más que ser circo y distractor como algunos dicen con alguna razón, tiene un comportamiento en cada país que se asemeja al de sus pobladores, al de su nacionalidad y su identidad, es decir, algo así como a su idiosincrasia. En Costa Rica esto es particularmente cierto.

Es la primera vez, después de muchos años de seguir -no con mucho ahínco- al fútbol en los medios, que percibo en los periodistas internacionales -incluyendo mexicanos, argentinos y otros con egos ensanchados- un criterio casi general de que el rival a vencer "es el equipo tico". Tengo meses escuchando eso, parece que ya está construida la imagen de que en Costa Rica se teje el fútbol más fuerte, después del propio, en la región. Ya es, diríamos, vox pópuli. 

Por supuesto, ellos se refieren al fútbol mayor masculino que es, a toda prueba, el más popular y el más difundido en el planeta. Y ahí está el punto: hace unos años las selecciones masculinas sub 15, sub 17 y sub 20 (o sus denominaciones parecidas) de Costa Rica asistían de manera constante y con algún éxito a los mundiales de sus categorías, pero la mayor era básicamente la selección que iba "a participar dignamente". En los últimos años, la cosa parece invertirse y eso quizás precisamente porque ahora se cosecha el éxito de los procesos menores de los años anteriores. Preocupa ahora que el futuro del fútbol tico ya esté comprometido. Y es que, finalmente, todo es un ciclo de altibajos.

Y no es para menos que ahora se considere histórico al año 2014 por el Mundial histórico de Brasil, pero yo agregaría también la colección 2015 que es ampliamente positiva hasta ahora: clasificación a mundial mayor femenino y al sub 17 varones, dos equipos en finales de Conca Champions, número 13 a nivel mundial de La Sele, Navas en el Real Madrid y otros jugadores destacando en Europa.



Pendiente 2015: Ganar la Copa de Oro y hacer un papel digno, ojalá bueno, en mundiales femeninos. Ganar la Conca y asistir al Mundial de Clubes. Logrando esto el año sería redondo para hablar de un 2014-2015 como período histórico del futbol tico.

Punto bajo: la decepción de la sub 20 de varones que no clasificó al Mundial 2015. Y en el 2014 la paupérrima presentación de la sub 20 femenina que quedó de último lugar en Canadá y la pobre presentación como anfitriona de la sub 17 en el Mundial celebrado en Costa Rica, donde quedó penúltima. En femenino queda más que evidente la falta de mucha más inversión y esfuerzo para no seguir en el último lugar de cada mundial o no clasificar.

Todo este panorama nos ofrece una realidad muy costarricense: somos un país de hazañas y buenos momentos, pero que invisibiliza las realidades adversas. Mientras teníamos el mejor mundial de la historia del país, unas muchachas quedaban humilladas en el último lugar de su categoría. Y eso es muy idiosincrático.

Pero además queda en evidencia nuestro cortoplacismo endémico. Cosechamos gloria por el talento innato y las condiciones dadas por un país ni pobre ni rico, ni tonto ni educado, ni perezoso ni esforzado, un país de medias tintas donde la mayoría es fácilmente manipulable por los medios, pero no todos se dejan, un país hermoso que le debe mucho a políticos honestos y visionarios, pero se dedica a tratarlos mal, que "putea" a dirigentes deportivos, pero luego es mezquino para reconocerles sus logros, un país de pobladores que exigen a las figuras públicas lo que en su mayoría ellos no son capaces de hacer o siquiera imaginar en sus espacios creativos.

Y es una dura verdad: Costa Rica es una joya porque es el país de los puntos medios, tanto así que la gente usualmente vota en su mayoría por el candidato, partido o propuesta que más se acerque al medio, al balance, al menos malo o un poco bueno. Somos el país en el que sus hombres fuertes pueden darse de golpes con otros por un partido de fútbol, pero cuando se trata de defender la Estado de los robos que cometen empresarios y políticos corruptos, no mueve un dedo. Es duro aceptarlo y es triste.

Este criterio aplica para el fútbol, se refleje en él. Somos el país que disfruta del éxito inesperado de un mundial mayor, pero descuida la versión femenina de su fútbol, mientras los países desarrollados hacen lo contrario, lo fortalecen: Japón, Alemania, Estados Unidos, por ejemplo.

Somos además el país de las hazañas: nos maravillamos tanto por las conquistas deportivas, que no hubiéramos esperado en una situación "céteris páribus" (de normalidad, digamos), tanto, que cuando sucede todos sabemos que es obra de algunas condiciones especiales que se dieron y no de una condición natural o normal de este país.

Es decir, no pensamos en el desarrollo y no nos lo creemos para Costa Rica. Somos el país que puede desarrollarse, pero no se lo cree, porque se sabe a sí mismo incapaz de tomar la decisión y actuar en consecuencia. Porque además no queremos la fatiga de ser desarrollados.

Por eso cuando uno escucha comunicadores de otras tierras construyendo imágenes colectivas como esa de que "Costa Rica es el nuevo gigante del área" y además se la creen -a pesar de los reniegos de los más fanáticos-, uno se asombra doblemente, por dos razones: porque se está confirmando y porque uno piensa que el país no podrá mantener esa fama.

¿Y si el fútbol termina siendo desarrollado en un país desarrollado? Es decir, ¿y si el fútbol termina siendo ejemplo para todo lo demás, podríamos decir luego que fue el inicio del desarrollo desde el fútbol? Pero usted dirá: "Naaaa, eso es iluso, pronto caerán de nuevo a su lugar adecuado. Y eso, se comprueba, es totalmente idiosincrático.

Somos el país que puede, pero no quiere.
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