miércoles, 11 de junio de 2014

Amigocracia, meritocracia y partidismo en la política costarricense

¿Cuál es criterio para nombrar un equipo de gobierno y darle consistencia y coherencia? Hay tantas respuestas como demagogia y reflexión exista, pero en Costa Rica el panorama nos ha ido dejando algunas pistas que, quizás, no son tan nuevas, pero ahora destellan, para comprender lo que sucede.

La primera pregunta que me hice, a la entrada de este gobierno fue: ¿para qué un partido político construye sus propios cuadros y tiene sus propias estructuras, si al final la designación de puestos y funciones se decide por relaciones de confianza y amistad? Alguien me dijo una vez que este es un comportamiento natural de la política y siempre se ha dado, porque es lógico que un jerarca nombre a gente que pueda influenciar, a quien le tenga confianza y pueda controlar más allá de lo político.

(Aclaratoria para los siempre mal pensados: esta exposición no corresponde a un caso personal, sino a un interés genuino en conocer cuáles son los hilos que mueve la política contemporánea).

En la reciente campaña, el ataque al clientelismo y los pegabanderas fue un estandarte de al menos dos partidos: el PAC y el FA. Y muchos dijeron, es el tiempo de la meritocracia, no más inútiles en los gobiernos subiendo y bajando elevadores; pero entonces surgió otra realidad. Les cuento.

El PAC, que logró llegar al Ejecutivo, ya terminó de nombrar la mayoría de sus jerarquías, desde los ministerios hasta las direcciones ejecutivas y juntas directivas. El resultado: una combinación de experiencia proveniente de antiguos políticos del PUSC, el PAC y una buena dosis de jóvenes asociados al PAC.

¿Y qué pasó con los líderes, de experiencia, trabajo y capacidad del PAC? Algunos fueron nombrados, pero una buena porción de ellos fueron ignorados o, en el algor muy tico, fueron ninguneados. Así es la política, dirán muchos. Es cierto, pero el hecho de que esto no haya reventado como una crisis partidaria se debe, en mayor medida, a que la mayoría de líderes del PAC están ahí para servir, no para servirse, y eso les da cualidad humana para tolerar, algo que muchos cortoplacistas del proselitismo nunca podrán entender.

En los mismos cuadros del PLN, funcionarios de la administración anterior, con desparpajo y oportunismo de amplios precedentes, se fueron acercando al PAC y empezaron a decir que eran partidarios rojiamarillos (e incluso se incorporaron a comisiones de trabajo). No pocos lograron ser reelegidos en puestos en direcciones y jerarquías, con base en el criterio de "el mérito, la capacidad y la experiencia".

La meritocracia, otrora confusa, quedó sin mérito, pasó a ser algo más: la amigocracia. Al final no imperaron los cuadros de partido -no hablamos de los pegabanderas, no de quienes aportaron dinero para una campaña o se arrimaron por interés a último momento-, sino de quienes con todo el mérito por capacidad, formación académica, experiencia y real vocación partidaria, al final quedaron afuera, para dar paso a los viejos jerarcas que, empotrados y empoderados en las entidades de gobierno, supieron hacer valer sus condiciones e imponer su agenda. Al final, los amigos de los jerarcas, indistintamente de su filiación partidaria, por confianza y algún "mérito", se quedaron.

A esta amigocracia han dado en llamar "meritocracia", basados en criterios como "la persona conoce muy bien la institución, tiene los títulos necesarios y ha demostrado capacidad". Y todos sabemos que la capacidad y los títulos son materia relativa y de controvertida calificación en la actualidad. ¿Fue capaz alguien que logró llevar a cabo un proyecto dentro de un gobierno, pero lo hizo precisamente porque tuvo el favorecimiento de los jerarcas del otro partido? Y es un hecho, toda persona que estuvo antes en un gobierno, conoce mejor la entidad que una persona que ingresa, no debemos buscar una varita mágica para saberlo, pero ¿no era que un partido político traería un gobierno de cambio, de un replanteamiento en el modo y esencia de hacer las cosas?

En algún momento el escritor Uriel Quesada dijo para la literatura lo que podría aplicar para la política: quizás somos tan pocos y tan conocidos todos en esta aldea política que todo termina siendo naturalmente endémico. Samuel Stone, en su obra "La dinastía de los conquistadores", deja claro que en Costa Rica quienes han manejado el poder son tres o cuatro familias, con el arrimo de uno que otro valiente que logra cautivar a estos poderosos clanes. 

Pienso que Costa Rica es hoy una aldea un poco más confusa, no tan definida en los clanes familiares, menos endémica quizás, pero aún manejada por un nuevo tipo de relaciones: la amistad conveniente. En buen tico: "la argolla". Y no es de extrañar cuando la gente dice sin pudor alguno que en "el único problema de la argolla es no estar dentro". Como ayer, hoy en la política es así.

Quizás las fronteras entre los partidos políticos son imaginarias, inexistentes y se estiran al antojo de otros intereses. En ese caso, los partidos son solamente instrumentos para alcanzar el poder, sin contenido ideológico o programático real. Y claro, quizás usted piense que así sucede en otras partes del mundo, pero ¿eso significa entonces que debemos tolerarlo y permitirlo?

En algún momento, pensé que el acceso del PAC al gobierno significaría un cambio sustancial de la clase política en el poder .de esa vituperada clase dirigente-, con cuadros nuevos en el poder. El cambio ha sido, ciertamente, pero ha sido parcial. En términos del teórico Nicolás Poulantzas, estamos de frente a una reconfiguración del bloque en el poder, solamente ha cambiado una parte del bloque, desde el liderazgo de un Presidente carismático, líder y consciente de las necesidades de un país maltrecho por la corrupción. Pero, ¿es una ruptura sustancial? ¿Hay posibilidad de hacer verdadero chocolate sin cacao natural? ¿Podrá un gobierno hacer algo diferente con el mismo bloque en el poder, con los mismos cuadros repartidos en cuotas de poder partidario?

Entonces viene una pregunta que reúne los aspectos analizados: ¿para qué un partido forma sus cuadros y estructuras si no los piensa integrar al equipo de acción gubernamental? Quizás la respuesta sea: para darle consistencia y legitimidad como partido, para usarlos como institucionalidad.

Estamos de frente a una nueva forma de entender los partidos políticos, en la que quizás los partidos pasen a ser cascarones cuya única función sea de orden electoral y momentánea. Quizás ha sido la forma en los últimos 20 años, con variaciones de algún tipo, pero nos hemos resistido a observarlo así, a aceptarlo así. La fidelidad y lealtad partidaria han pasado a segundos y terceros planos de prioridad en la toma de decisiones, en la forma de nombrar estadistas y de acuerpar propuestas de acción política.

Y podemos entender, sin consignas trilladas, que lo del gobierno actual es estratégicamente válido e inteligente: no es lo mismo gobernar con ellos, que contra ellos. Luis Guillermo Solís ha decidido que era mejor repartir cuotas de poder entre los otros partidos, incluido el partido en gobierno y al que tuvo que vencer en segunda ronda, para tener gobernabilidad y margen de maniobra en la negociación, antes que llegar como un partido independiente. Es una nueva forma de comprender la política, estamos de acuerdo, pero también comprenderá por qué una buena parte del partido que lo llevó al poder esté ahora resentida y apenas apoyando su gestión. Hay quienes dicen que el PAC, realmente, nunca ha gobernado, y nunca lo hará hasta que llegue Ottón Solís. No lo creo así, me parece una posición determinista, pero que se entiende cuando se valoran las situaciones que movilizan a esta interesante agrupación. Pero este ya es otro tema...

Ahora bien, la amigocracia tiene serios riesgos políticos, cuando ella se impone sin consideraciones de formalidad y sin seguir valores partidarios. Veamos al menos tres de peso: 1) cuando usted asume, por amistad y confianza, cuadros de un gobierno anterior que ha sido ampliamente criticado por corrupción, asume el riesgo de confirmarse como un cómplice y encubridor de los desmanes de ese gobierno, además de que esas mismas personas del gobierno anterior podrían obstaculizar o entorpecer burocráticamente hablando toda investigación que se realice; 2) si usted tiene una propuesta de un partido político, para ejecutarla, obviamente quienes podrán ayudarle a realizarlo mejor son los cuadros propios que colaboraron en el diseño y pensamiento de esa propuesta, sus amigos podrán empeñarse mucho y ofrecerle lo mejor posible, pero nunca estarán interesados porque ellos tendrán su propia agenda partidaria, social y política, conformada tras muchos años de estar en el poder; 3) a nivel electoral el partido verá mermado su apoyo, el cobro por el continuismo y el no cambio se hará patente en la próxima contienda, porque la gente votó por un cambio y se sentirá defraudada.

Ahora bien, que el PAC es el único culpable de que esto suceda. NO, para nada, el PAC es solamente víctima de esta forma tradicional de funcionar en la política costarricense. La amigocracia es solamente un mal menor del que padecen todos los demás partidos, sin excluir al Frente Amplio, cuyos cuadros de poder más bien son muy cerrados y sus criterios políticos, en algunos temas, aún deben pasar por el tamiz de la experiencia partidaria. Amigos, pero en principios de decencia y honestidad. Eso es, en todo caso, un paso gigantesco en un país robado por tirios y troyanos, por ricos y pobres, por políticos y "apolíticos"...

Por ahora, va quedando claro que la amigocracia impera, que si alguien desea servir no debe preocuparse tanto por ganar méritos -aunque le son útiles sin duda-, sino por tener muchos amigos que lo apoyen y empujen, sin importar un partido político y sus propuestas. Predomina ante el mérito, la capacidad de la simpatía y empatía. Ya no votamos por partidos políticos y sus programas y propuestas, ahora votamos por líderes y su grupo de amigos. Y estamos avisados de esta mala señal sobre el funcionamiento de la política moderna.

En esta oportunidad votamos por Luis Guillermo Solís, un líder con tanto arraigo popular que incluso ya hay quienes desean detractarlo llamándole "el mesías o el profeta". El PAC es un partido que produce gente de mucha capacidad y que sigue significando una gran oportunidad para este país, aunque sus actos, y los de sus humanos líderes, puedan ser cuestionados. Es además un partido cuya autocrítica es vista como una capacidad para regenerarse y mejorar.

Mientras la corrupción, el tráfico de influencias y la in-decencia no calen, el partido sigue siendo una excelente opción para el país. Y lo mejor de esta situación es que, a tenor de los hechos, el partido aún tiene cuadros muy valiosos, formándose, y sin desgastarse en esta primera intentona rojiamarilla.

La #amigocracia, así con etiqueta de redes sociales, es hoy, ya, un concepto con un claro contenido y sustento en la realidad política. La meritocracia se diluyó por su propia subjetividad y ha dado paso a una vieja -pero ahora más evidente- forma de establecer relaciones de poder en la política costarricense.
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