sábado, 31 de marzo de 2018

Clivaje político, segunda ronda y futuro de Costa Rica


Geovanny Debrús Jiménez. Politólogo. Si algo interesante ha tenido este proceso político electoral ha sido la polarización hacia el final de la contienda y no precisamente por el proceso de alianzas partidarias –necesario en una coyuntura de segunda ronda-, sino por el clivaje político, es decir, por la división ideológica entre dos grupos bien formados. Era un proceso inevitable, que iba a llegar en cualquier momento. Hoy la bandera del PAC representa mucho más que a un partido político. Veamos.

En Costa Rica hoy se pueden visualizar varios bloques, pero unos adquieren mayor preeminencia en un contexto que en el otro. Por ejemplo, en el marco del TLC la división ideológica permeó: se trataba de un grupo en contra de la globalización y la imposición de un desarrollo desde afuera, y otro a favor; básicamente de la izquierda contra la derecha o del socialismo y socialdemocracia contra el neoliberalismo capitalista.

En esta ocasión el clivaje podría definirse como un asunto sobre estar a favor o en contra de los derechos humanos, sin embargo, al final se configuró como algo más amplio. Se ha tratado de dos ideologías basadas en procesos civilizatorios antagónicos (opuestos): quienes defienden los derechos y libertades fundamentales, así como una visión inclusiva, progresista (no necesariamente socialista), desarrollista y científica de futuro, y quienes la rechazan basados en preceptos y creencias religiosas evangélicas (no necesariamente cristianas) que podríamos anclar en una visión conservadora y de economía neoliberal basada en una prosperidad teocrática, de origen divino. Sé que faltaría ampliar o precisar en este punto, pero para efectos de este texto digamos que ambos bloques podrían definirse en esos dos “clivajes”.

La primera ronda así lo definió. Ni Rodolfo Piza, ni Antonio Álvarez, ni Juan Diego Castro, ni Rodolfo Hernández pudieron canalizar votantes en ese clivaje que ya habíamos anunciado varios profesionales de la Ciencia Política desde noviembre o diciembre de 2017, y que en enero de 2018 fue más que evidente al empezar a subir dos candidatos que estaban en los últimos lugares de los sondeos: los dos Alvarado. El resto es historia.

Pero el clivaje va más allá. Ojo qué curioso esto: ¿podríamos decir que también planteó la división ideológica entre una Costa Rica que se siente pobre y abandonada, sin recursos económicos, para progresar y la otra que ha podido salir adelante y tiene mejores condiciones de vida. Los estudios de la CIEP así lo vienen indicando. Y los resultados geográficos en primera ronda también. Por supuesto, antes de que alguien se resienta, debemos saber que la regla también tiene excepciones, pero los datos no mienten. Entonces, ¿es el llamado de una parte del país sin buenos niveles educativos que se tiende a inclinar por el populismo y el poder absolutista y limitante de las libertades y derechos de la ciudadanía ante el desencanto con los Gobiernos y con el mismo sistema o se trata de una coincidencia? Sin duda alguna. Es un grito, no un llamado. Y un grito amenazante.

¿Y este grito qué nos dice? Que tanto el PAC, como esa ala progresista, desarrollista, pensante, socialdemócrata real, socialcristiana real, científica y humanista de Costa Rica tienen desde el 2 de abril una gran misión: aliarse al Gobierno de Carlos Alvarado, o en su defecto crear una gran coalición social para proteger esos derechos y libertades, de la mano de propuestas serias y eficientes de desarrollo social hacia el futuro.

Y como creo que Carlos Alvarado ganará este domingo, creo que este gran bloque socio-político, con lo mejor del PUSC, PLN, otros partidos y del PAC deben empezar una labor de gestión política para que el Gobierno sea exitoso en sus objetivos, sino estaríamos condenados a repetir la historia, y a volver a vivir esas rupturas peligrosas de las que se aprovechan muchos oportunistas y corruptos en la política. Y que no se pase esto por alto: se trata también que el Gobierno tenga éxito para que los ciudadanos de este país, en amplia mayoría, también tengan éxito y puedan mejorar su situación económica, social, cultural y humana; no solamente para defender los derechos de todos.

Nada hacemos si llevamos al PAC al Gobierno y luego retomamos banderas partidistas, que de poco han servido en el pasado reciente de Costa Rica, y abandonamos la obra que está plasmada en esa propuesta de Gobierno que tanto han defendido Carlos y el bloque que lo apoya ante la ciudadanía como su contrato social y político.

Se trata de una visión de desarrollo y progreso en armonía con el ambiente y con una orientación cultural fortalecida en la diversidad e inclusión. En suma, de creérsela, como ya lo he dicho. De entender de una vez por toda que este país puede convertirse en un país desarrollado a mediano plazo y que eso dependerá de la evolución y mentalidad de sus ciudadanos, de cada uno de nosotros. Este hito histórico y este interesante clivaje podrían representar, con variaciones, la gran oportunidad para terminar la transición y empezar a construir el futuro. Y para eso, debemos empezar a incluir a quienes no quieren el desarrollo, o no lo comprenden, o no pueden tenerlo por las condiciones adversas, a quienes hoy gritan con toda claridad y nos tienen preocupados.

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