lunes, 28 de octubre de 2013

Una alianza será la única oportunidad en la recta final...

  
      Algunos piensan que es un tema acabado: no hubo coalición y no habrá. Pero decía Octavo Paz que “todo es puerta, basta la leve presión de un pensamiento”, y en estas elecciones una alianza o coalición cada día pinta con más necesidad para el progresismo, la socialdemocracia y el centro-izquierda costarricense.

      Sin embargo, toda alianza en la recta final de las elecciones dependerá inevitablemente de los votos que prospecte cada candidato presidencial, es decir, de la cosecha que se produzca de aquí a diciembre de este año.

      En setiembre, según las encuestas disponibles, el asunto andaba con intervalos aproximados posibles de 25% a favor de Araya, 10% de Guevara, 10% de Villalta, 5% de L.G. Solís, 4% de Piza, y 1-3% de otros partidos. Recientemente, para el 1 de diciembre, Unimer publica una que deja un panorama muy parejo: Villalta con 17-22%, Araya 14-19%, Guevara 14-19%, L.G. Solís 3-8%, Piza 1-5%, estos datos del 37% de la muestra encuestada. Sin embargo, los indecisos se mantienen en el porcentaje del 33% y los que no votarán en cerca del 30%. Así las cosas, nada está decidido, nadie puede engañarse y la necesidad de alianzas va confirmándose.

      En otro artículo aquí planteaba que en realidad desde el punto de vista ideológico y en cuanto a planteamientos programáticos existen dos bloques: uno progresista, socialdemócrata, de centro-izquierda, con predominancia en lo humano y colectivista (PAC, FA, PN y otros); otro capitalista de centro-derecha, pro neoliberal e individualista pro mercado (PLN, ML y PUSC).

       Con base en lo anterior, si el progresismo quiere ganar y sacar del poder al capitalismo derechista del país, deberá pensar inevitablemente en alianzas posibles. Y son dos posibles alianzas: una a principios de enero para competir juntos en la primera ronda; la otra después de febrero para enfrentar una segunda ronda. Así la cosas, la vigilancia estará en los números que vayan dando las encuestas serias del país.

Entonces se podrían generar varios escenarios posibles:
  1.        Que el PLN acumule ya en diciembre suficiente para ganar en primera ronda, entonces será necesaria la alianza progresista a favor del partido que mejores números tenga a principios de enero. El egoísmo partidario podría afectar esta posibilidad y dejarle el camino libre al PLN. Aquí también podría ser que el PLN haga una alianza conveniente con el ML o el PUSC para fortalecer su triunfo, a cambio de prebendas e intereses compartidos.
  2.        Que ningún partido esté cerca del mínimo del 40% de los votos, con alta repartición en cada una de las opciones, entonces se venga una lucha de recta final para resolver la elección. En este escenario el individualismo natural de cada agrupación inhibirá alianzas, pero tal vez la visión de algún estadista haga diferencia. También sería posible una alianza de derecha para defender intereses comunes.
  3.    Que ninguno gane y se vaya a segunda ronda, entonces cada partido –de los dos con más cantidad de votos obtenidos- buscará hacer alianzas por sus propios medios. En este caso, existe el gran riesgo para el progresismo de que ninguno de los partidos que lo representan obtenga el primero o segundo lugar en la primera ronda, es decir, que haya una segunda ronda entre el PLN y el ML (o el PUSC). La derecha habrá triunfado en Costa Rica una vez más en este panorama.
Evidentemente, así las cosas, cada partido y cada candidato esperarán a ver cuánto pueden lograr de apoyo acumulado a diciembre y consultarlo con la almohada. En setiembre la lucha iba perdiéndose para el progresismo, que sumaba cuando mucho un 15% de las preferencias de voto, frente a un 25% del PLN o, aún peor, cerca de un 37% de los partidos de derecha. En este contexto, lo peor que le puede pasar al Frente Amplio es que el Partido Acción Ciudadana esté mal en la intención de voto; claro, si en el FA están seriamente pensando en llegar al poder, en lugar de solamente aumentar su caudal diputadil. El PAC históricamente ha demostrado un comportamiento de crecimiento conforme se acercan las elecciones, pero en esta oportunidad parece que la situación podría ser diferente, dado el arranque fuerte de un candidato con mucha simpatía por su trabajo legislativo: Villalta. Los números irán revelando datos para aportar a este análisis.

La nueva encuesta de Unimer para La Nación muestra un panorama que ha cambiado de setiembre a noviembre: ahora el progresismo suma un máximo posible de 30% (PAC y FA), mientras que el PLN-ML-PUSC llega al máximo posible de 43%. Como se puede ver, una alianza de centro-derecha es posible para ganar las elecciones en primera ronda, pero la progresista aún no. Es claro, además, que hay dos afinidades partidarias: el ML con el PUSC, así como la del PAC y FA, lo que plantea que el enemigo de todos podría ser el oficialista del PLN; sin embargo, el ML no escatimaría esfuerzos para negociar una alianza con el PLN, con tal de que no gane el FA, a quien ya empezó a atacar con calificativos de chavista y sandinista. Entre el ML y el PUSC también podrían hurgar por conseguir el segundo lugar de cara a una eventual segunda ronda.

Una alianza entre los progresistas o entre los capitalistas pasaría por definir algunos puntos importantes antes de concretarse:

·         La repartición de puestos. Luis Guillermo Solís como Presidente y José María Villalta como Ministro de la Presidencia, o viceversa, es algo que ronda la imaginación de algunos; por ejemplo, además de un gabinete mixto formado por ambas agrupaciones.
·         La alianza solamente sería presidencial, cada partido mantendrá su apoyo por aparte a sus cuadros de candidatos a diputados. Este punto es convulso, porque los candidatos del partido con menos apoyo electoral (que brindarán su soporte al otro en la primera ronda) asumirán que la votación para diputados les sería afectada y pondría en riesgo sus puestos. Además, el partido político como grupo podría sentirse minimizado en la actualidad pero también proyectando al futuro.
·         Una alianza no implica necesariamente lograr los votos del otro: los partidos pueden aliarse y mostrar públicamente su apoyo, pero la gente puede NO estar de acuerdo –en algún porcentaje impredecible- con esa unión, y llevarse su voto a otro partido, o bien, no votar. Eso podría suceder por ejemplo con el ML y una eventual unión con el PLN, de manera que sus partidarios se resientan por la incoherencia de su candidato al atacar a ese partido y luego lo apoye. Algo similar con algunos partidarios del FA que han evidenciado rechazo al PAC, por ejemplo.

En las elecciones de 2010 los votos del Frente Amplio pudieron hacer alguna diferencia en el resultado final. De hecho, en el 2010 –si mal no recuerdo- los votos que obtuvo el FA en la recta final pudieron hacer que se hubiera dado un empate entre Chinchilla y Solís, pero el FA no quiso apoyar al PAC. ¿Sucederá algo similar esta vez, que por egoísmos electorales pierda el progresismo la oportunidad de recuperar el poder? Ya lo veremos.

             Ahora bien, la necesidad de alianzas será más evidente en esta oportunidad, porque en realidad la situación no ha cambiado: lo que el Frente Amplio ha ganado es lo que el PAC ha perdido, pero la gente sigue votando por razones tradicionales y eso pone en la cúspide a los partidos de derecha, que tienen un mejor manejo mediático, publicitario y organizacional.

Así las cosas, una alianza en la recta final pareciera ser la única oportunidad que tiene el bloque progresista para triunfar en estas elecciones. En cambio, el bloque capitalista de derecha la tiene mejor, con tres partidos posicionados en el conocimiento colectivo (PLN, PUSC y ML) y cuyos objetivos parecen más diáfanos y comunes a los tres.

Otro artículo: 

Sobre izquierdas, comunismos, ideologías, confusiones y realidades: cosa de ubicarse.


PD: Actualizado el 1 de diciembre con los nuevos datos de la encuesta Unimer para La Nación, que confirman las predicciones y la necesidad aquí planteadas de una alianza en estas elecciones.

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