sábado, 13 de diciembre de 2014

No alimente al trol para que podamos escuchar el silencio...

Hace unos días el politólogo Gustavo Araya hacía un esquema bastante acertado en el que se podía ver que en realidad el mayor uso de las redes sociales corresponde a troles y fanáticos que hacen mucha bulla, y emiten poco contenido. Y es cierto, las redes sociales cada día más son espacios de escándalos, en los que la mayoría de la gente habla sin conocimiento, sin criterio y repitiendo consignas que escuchan en medios de comunicación, en los perniciosos grupos de opinión de Facebook -donde se aglomeran los más fanáticos e intolerantes- o en algunos de los líderes que siguen. 

En principio, eso podría ser normal, podría decir alguien; se trata de que algunos diseñen contenidos y los demás como ovejas al redil los reproduzcan sin cuestionarlos. Sin embargo, vivimos en una sociedad cada vez más informada, y uno esperaría que estuviera cada vez más formada. Perseguir el ideal es labor permanente de quienes aspiran por algo mejor en este mundo. 

Los debates sobre los temas nacionales, en algunos muros y en algunos espacios, son realmente interesantes, pero la realidad nos golpea en la cara cuando vemos algunos muros y grupos de Facebook, o las opiniones que vierten algunos en Twitter, donde la estupidez es perseguida y seguida masivamente. Mucha de esa estupidez viene en forma de memes y otras imágenes difamantes, manipulantes y mentirosas, tanto como muchísimos títulos de nuestra prensa actual. ¿Y quiénes construyen esos objetos de diversión de la masas para desacreditar personas, movimientos, grupos o el trabajo positivo de algunos en política, por ejemplo? Los troles (así, en español). 

Estas figuras -pagadas o no-, son perfiles de personas o simples anónimos cobardes -que actúan principalmente en los "foros de opinión", porque nadie los acepta como contactos. Hay troles conocidos y reconocidos desde el inicio de los tiempos en las redes sociales, hay de derecha como de izquierda, hay personalidades múltiples, ezquinofrénicos, paranoicos y hasta alcohólicos y drogadictos. Y son famosos, sí, así es, la misma gente los ha hecho famosos en las redes, cuando gran parte de su vida pasaron desapercibidos en su profesión, en sus actividades o en sus espacios de acción. El trol, como la publicidad, particularmente en las redes, se alimenta de los demás. Si los demás lo quieren, ellos son famosos. Ahora bien, pero qué tienen los troles que emocionan a la gente para seguirlos... Muy fácil: la estupidez. El decir mentiras o difamaciones es la mejor forma de tentar tanto a los hambrientos del morbo -que somos la mayoría-, como a los indignados con las mismas mentiras de difumina. El trol solo tiene que inventarse una frase, una imagen o vociferar algo en contra de un político para lograr efecto inmediato. 


Comentar un post de un trol, en su perfil o en un grupo, aunque sea para rebatirlo, es la mejor forma de alimentarlo. Es decir, contradecirlo es echarle gasolina al fuego, y él estará contento viendo cómo llegan los incautos y comentan sus estupideces, sus mentiras difamantes, sus ocurrencias en contra del enemigo de turno. Y las redes como el Facebook están diseñadas para que eso sucede, cuanto más se comenta o se da like a un "post", más visible se hace a los demás.

Los enemigos pueden variar, según el pago que reciban -en dinero o en especie: clientelismo político-. Hay troles que han cambiado de enemigo como se cambia de celular, porque han pertenecido -pertenecer es mucho decir- a diferentes partidos políticos o tendencias ideológicas. Algunos han pululado por partidos pequeños, luego en grandes, pero como no consiguieron el puesto deseado, rápidamente brincan de acera como si nada, y se convierten en agentes proselitistas de políticos astutos que ya saben cómo usufructuar de ellos también. Hay algunos troles cuyos enemigos son todas las personas, los ezquinofrénicos, que siempre critican todo y para quienes todo siempre está mal, o bien, si lo realizado por el actor político no se ajusta exactamente a lo que piensa él, entonces siempre está mal. 

Están también los megalómanos, que siempre aspiran en grande, pero piensan en pequeño, esos que no permiten a nadie opinar nada en su contra, que no rebaten una idea o argumento, sino que determinan, afirman o etiquetan de una sola, sin asco, y sus criterios son del tipo: "usted no sabe nada", "yo tengo todos los años en esto", "a mí no me anden con rodeos", "me las sé todas"... Lamentablemente, en redes sociales siempre se procede con falacias, la principal es la ad hominem, esa que ataca al emisor para desestimar lo que dice. Los troles son especialistas en este tipo de actos, te atacan al cuerpo, cuando no pueden contradecir tus ideas. 

No les interesa tener la razón, tampoco les interesa ganarte la discusión, su único interés es armar el espolvorín para trascender a los medios de comunicación, para que la prensa haga eco del alcance que logran en las redes. Y la prensa les sigue el juego según su agenda editorial, pero sobre todo porque esos memes ahora son "noticias" en esos medios. La gente quiere saber cuáles son los memes del tema del día y quieren saberlo porque la gente es chismosa, es vina, es idiosincrática. De todo eso se alimenta el trol. 

La mejor forma de no alimentar a un trol es evadirlo, ignorarlo y bloquearlo si usted no quiere seguir viendo ni escuchando las falsedades que publica. Así de siemple. En los grupos a algunos los expulsan, pero otros no porque los mismos administradores son los troles; en estos casos lo mejor es dejar esos grupos, retirarse, y pertenecer a aquellos donde se da la discusión sana y el debate decente y respetuoso. 

 Hay miles de personas serias que han dejado el Facebook porque no soportan tanta basura, como la de la televisión, que se reproduce como conejos en las redes. Entonces, uno se pregunta, ¿el problema es de las redes o es de la gente? Me temo que el problema es muy sencillo y se ajusta al por qué también los títulos manipulados o mentirosos de las notas periodísticas tienen más pegue en la población: la gente alimenta el morbo, la gente nutre la estupidez porque le encanta el morbo y la estupidez. La gente alimenta los troles por la misma razón. 

Por todo eso, no alimente al trol, que tal vez podremos empezar a escuchar el silencio, a escuchar lo mejor y alimentarnos de lo mejor, quizás logremos convertirnos en una sociedad más digna, porque lo que tenemos en la política -como en la religión, como en la economía, etc.- no es más que el reflejo de lo que somos, de lo que hemos sembrado y ahora cosechamos. ¿Debemos aceptarlo o debemos superarlo?

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