martes, 22 de septiembre de 2015

Todo es culpa del gobierno

Los ticos hemos convertido al gobierno en un blanco de culpas y a los presidentes en un blanco de ataques sin fundamento que van de ridículo a lo grosero, de lo estúpido a lo soez.

La prensa durante años acostumbró a los ciudadanos a culpar a los políticos de todos los males. Los antagónicos políticos también acostumbraron a los votantes a culpar a los políticos del partido contrario. Los educadores no perdieron la oportunidad también de convertir a los políticos en los culpables de los males de la patria.

Y ciertamente los políticos han tenido mucha culpa, sobre todo los corruptos e incapaces, los oportunistas y los vividores de la política y del Estado. Por eso ahora que algunos políticos quieren adecentar la política y la percepción que tienen las personas de ella, se topan con un muro fuerte y alto.

Mucha culpa han restado los gobiernos cuando han apadrinado mafias políticas en todos los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) que han chupado del Estado con o sin vergüenza alguna hasta convertirse en nuevos ricos o en ricos más ricos, mientras la educación o los programas sociales decaen en beneficio de la pobreza que aumenta o se sostiene. Pero no siempre es así, no siempre ha sido así y no siempre será así.

Por ejemplo, un tema actual: ¿Tenemos un Presidente regañado por ex-presidentes a quienes pide consejo o más bien una prensa deshonesta y ciudadanos con serios problemas de aprendizaje? Digo, es que pensar que un Presidente se reúne con ex-presidentes por consejo y que ellos lo regañan como si fuera un niño, me parece una insensatez que solo demuestra el desconocimiento de la política y de cómo funciona en Costa Rica.

Más aún, que la prensa reproduzca ese mito como una verdad de adolescentes y que la gente se lo crea sin mayor reparo, es definitivamente alarmante para la educación política de un país como este que pretende ser algo más que un "país subdesarrollado casi exitoso", en palabras de Blanco y Garnier.

Cuándo vamos a aprender que las reuniones con ex-presidentes es una acción política normal en todos los gobiernos, y que tiene muchos propósitos: 1) demarcar diferencias de criterio, 2) encontrar coincidencias y 3) negociar acuerdos o alianzas para avanzar. Cada ex-presidente representa a un grupo político y tiene su cuota de poder, es lógico en una democracia que un Presidente vigente considere ese grupo y ese poder para poder hacer un gobierno viable. 

En contrario, enfrentarse, chocar y violentar la capacidad democrática de los demás es un error que puede conducir a violencia social, ingobernabilidad, confrontación y obstaculización de proyectos beneficiosos para la mayoría, entre otras cosas. 

Satanizar que un Presidente se reúna con sus antecesores es absurdo, es solo una pose política con una buena dosis de fanatismo que se aprovecha de la ignorancia ciudadana.

Debemos entender que en la política el Presidente NO tiene todo el poder, ni siquiera la mayoría de él -como ilusamente muchos creen-, y cuando gobierna no lo hace con licencia completa; por eso debe negociar y eso es sencillamente inevitable.

La negociación en la democracia es como el agua en el mar, como el agua en la vida humana. Negociar con otros actores del proceso político es absolutamente normal, el verdadero meollo de este asunto es qué se negocia y si se negocia a espaldas de la gente.

Este gobierno, con más razón, debe negociar cuando no tiene control del Congreso ni siquiera por mayoría simple, mucho menos por mayoría de dos tercios para aprobar leyes de la República. Pero más aún, este gobierno no tiene control institucional del Estado costarricense, porque no puede tenerlo. Costa Rica tiene un estado conformado durante décadas por dos partidos políticos diferentes que le son ahora opositores y que ansían -a como dé lugar- regresar al poder que han perdido, incluyendo los intereses que ese poder lleva consigo.

En consecuencia, no es de extrañar que el Estado costarricense esté copado por el poder que ejercen mandos medios que les son leales tanto al PLN como al PUSC, y que ese poder pueda servir -como lo hace- de un fuerte contrapeso al gobierno. Igual sucedería con presidentes de otros partidos, como el caso de José María Villalta en el Frente Amplio o incluso con la derecha neoliberal de Otto Guevara (sobre este tema tengo un ensayo muy largo que alguna vez publicaré sobre el arte de gobernar en Costa Rica).

Así las cosas, si un gobierno quiere sacar adelante proyectos que le son simpáticos desde su propuesta de gobierno, debe negociar, debe acercarse a todos los grupos de presión y de interés que tiene un país, incluyendo por supuesto sus ex-presidentes. Lo demás es fanatismo y manipulación mediática, ambos síntomas claros de una actitud mezquina que se encuentra en muchos niveles y estratos de la sociedad costarricense. Y eso debemos decirlo con honestidad intelectual y con fortaleza de carácter.

Finalmente, también es importante que la gente entienda algo elemental: hay tres poderes INDEPENDIENTES en el Estado y el gobierno no tiene efecto o incidencia en esos poderes. Lo que esos poderes hacen es responsabilidad de ellos, no del gobierno.

Asimismo, tampoco el gobierno puede recibir todas las culpas de lo que sucede en el Estado y mucho menos en lo privado. El Estado es mucho más que un gobierno y el sector privado normalmente es aparte del Estado. Así las cosas, si se culpa al gobierno que sea al menos por algo que el gobierno haga o deje de hacer según sus competencias, según sus responsabilidades y según sus posibilidades. 

Comprendamos la política para comentar sobre ella, pero mejor aún: comprendamos la política para ver en qué podemos ser más útiles al conjunto de la sociedad costarricense. Si queremos un cambio, empecemos por el cambio propio, empecemos por ser educados y educar a otros, empecemos por ayudar, por la solidaridad y por construir más que destruir. No dejemos la crítica, pero también sepamos reconocer lo que se merece ser reconocido.

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