sábado, 29 de septiembre de 2012

El neoliberalismo actual en realidad no es neoliberalismo


Le traigo hoy un ensayo un poco extenso, dividido en dos partes, sobre el tema del neoliberalismo y su aplicación en Costa Rica, cómo aprender de los errores propios y de otros para salvar este país de una influencia que puede ser muy perjudicial:

Parte 1: El neoliberalismo actual en realidad no es neoliberalismo*

En la jerga política común y particularmente entre los “pensadores” que participan en los debates de Internet sobre temas políticos el calificativo izquierda siempre se asigna a sectores socialistas o, como algunos llaman despectivamente, comunistas. Sin embargo, originalmente la izquierda podría entenderse como la denominación política que no está en el poder. Por eso partir de esos conceptos para analizar la realidad política nacional me parece ambiguo.

Releyendo un clásico de las Ciencias Políticas, “Doctrinas político-económicas” de Wálter Montenegro, me termino por convencer que lo más acertado es llamar al pan, pan y al vino, vino. 

Para Montenegro la ideología depende de la interacción de tres factores: individuo, Estado y colectividad. La preeminencia del individualismo va asociada al liberalismo y del colectivismo al socialismo y al marxismo, que no son la misma cosa, y tampoco son la misma cosa que el socialismo histórico; es decir, del socialismo que se aplicó en el pasado y comprobó no funcionar.

Para el liberalismo, la colectividad solo existe para servir al individuo y el Estado para protegerlo. Lo que, según Montenegro, no quieren ver los liberales “es el que Estado no hace sino liberarlos de conflictos mayores y, en última instancia, de la ruina”.

No obstante, eso no aplica para la actualidad. Nuestros neoliberales actuales ya comprendieron: el Estado en realidad es un aliado para coadyuvar en la generación de la riqueza que la intocable empresa privada debe aportarles a los individuos superiores, que pertenecen a la clase adinerada; individuos que sin duda son neoliberales. Los individuos que, al final de cuentas, son los únicos que valen en la práctica de esta ideología.
Los neoliberales actuales se olvidaron del predominio del individuo ante la sociedad y se avocaron a darle más poder al Estado, para que sea éste quien les canalice las rentas, por medio de la corrupción principalmente. En consecuencia, los neoliberales ahora actúan igual que el socialismo histórico, igual que la nomenclatura rusa que enriqueció a unos pocos con el dinero de muchísimos del pueblo soviético.

Montenegro afirma casi curiosamente que “a medida que el individualismo liberal sin freno demuestra su incapacidad para encarar los problemas que plantea el completo desarrollo de la sociedad moderna, el intervencionismo estatal gana terreno”. Y eso es más cierto ahora que nunca.

El punto es qué clase de intervencionismo estatal se quiere. ¿El que interviene para repartir piñatas, confites o como se les quiera llamar, con el indeseable manejo de influencias, las “comisiones” a ex presidentes, ministros y diputados? ¿El que genera una burocracia enredada, anquilosada, convenientemente ineficiente como la del MEP? ¿El que permite sindicatos tan corruptos como los personajes de cuello blanco que ya conocemos, y que disimulan con “buenos propósitos” el mantenimiento de negocios tan privados como corruptos, iguales a los que tiene la “autoridad política superior”? ¿Queremos al Estado que sigue dando preeminencia a algunos individuos o el que realmente existe para la colectividad?

Costa Rica tuvo durante muchos años un Estado que trabajaba por el colectivo social, eso ya lo sabemos, pero ¿cómo lo recuperamos en los requerimientos y particularidades contemporáneos?

¿Es la opción seguir dándoles el poder a los partidos políticos que han demostrado mantener un Estado en beneficio de unos cuantos individuos y no en la colectividad?

El intervencionismo estatal no es muy deseado, como bien afirma Montenegro, pero es necesario. La diferencia estriba entonces en la clase de intervención que se desea del Estado.

De ahí fue que surgió la socialdemocracia, como una alternativa “de centro”, equilibrada, que respetaba la propiedad privada, la empresa privada como generadora de riqueza, pero que daba más importancia a la sociedad. Por eso en Costa Rica se puede expropiar con fines colectivos como carreteras, construcción de obra pública; por eso en Costa Rica los impuestos se suponen para educación, salud y seguridad, antes que para un ejército; por eso en Costa Rica se prefirió la banca nacionalizada con intereses a la mitad de los que da la banca privada, entre muchos otros ejemplos.

Aprendimos que el Estado es necesario pero no tanto al extremo de los setentas con CODESA y demás, aprendimos que la generación de riqueza se da desde la iniciativa privada con límites antes los abusos humanos, aprendimos que el centro era la mejor opción.

Hoy debemos aprender que la mejor opción es la ecléctica. El mundo actual presenta singularidades que lo distancian de las décadas anteriores y del siglo pasado. La solución no puede ser el neoliberalismo, como se ha visto en las últimas dos décadas, que aumenta la pobreza material y espiritual, que aumenta la inseguridad y la violencia, que aumenta la dependencia del poder inescrupuloso, que aumenta las jornadas de trabajo y reduce el disfrute de la vida, que reduce los derechos laborales y esclaviza al ser humano ante el poder del dinero, de las finanzas que juegan con crisis, hambre y desconcierto humano. Tampoco puede ser la socialdemocracia estatizante que llevó al país al tortuguismo y la inoperancia. Y la verdad, seamos honestos con nosotros mismos, por ahora Costa Rica no ofrece condiciones ni está preparada para el neo-socialismo democrático que ha adquirido una importante cuota de poder en Latinoamérica actualmente.

Costa Rica requiere un nuevo modelo de desarrollo social y cultural que vuelva a dar importancia al ser humano capaz y espiritual en la colectividad, no al individuo egoísta que hemos construido en los últimos 20 o 30 años. Se necesita ser ecléctico, tomar de las ideologías lo que convenga a un nuevo modelo que vuelva a decir la verdad: que debemos trabajar honradamente –no como muchos empleados públicos-, pero no volvernos adictos al trabajo porque no tenemos otras cosas más que vivir, que debemos reivindicar la condición humana en las artes, en la literatura, en la cultura, en el deporte, en la naturaleza, en lo espiritual, más que en la obsesión torpe y lamentable de lo material como único fin de las personas y sus patéticas vidas contemporáneas.

¿Se ha imaginado usted una Costa Rica turística, cultural y ecológica de verdad, donde la tecnología y la ciencia sean un medio y no el fin en sí mismas? Porque es claro que la ecología y la cultura solo son medios publicitarios para el gobierno de turno en términos de mejorar su imagen.

¿Se imagina usted la educación del país donde nuestro niños y jóvenes hablen inglés, francés y hasta mandarín, donde sepan bastante de informática, de tecnología y de ciencias naturales, pero que también amen leer, pintar, escribir, asistir a recitales de poesía, exhibiciones de arte, al teatro, a la montaña, al río, a ver cine nacional, a escuchar y seguir lo mejor de nuestra música en todos los géneros, a disentir con respeto y tener capacidad de análisis? Porque es claro que hasta ahora la torpeza ha invadido, a pesar de los mejores esfuerzos de connotados como el actual Ministro de Educación, todo el engranaje de la educación pública del país.

En fin, ¿cuántas cosas puede usted imaginar parecidas que podrían hacerse en este país si mandáramos a volar a las lacras que no lo permiten?

La pregunta que podemos y debemos hacernos en esta época electoral es ¿cuál partido en realidad ofrece una visión de futuro real, consistente, coherente, clara, con un modelo de desarrollo que piense en la mayoría, en el país, en objetivos que beneficien de nuevo a una colectividad antes que a individuos inescrupulosos que se han apoderado del intervencionismo estatal para su lucro? Esos que algunos llaman neoliberales pero que en realidad son los nuevos y convenientes socialistas liberales o liberales socialistas, como usted quiera… a quienes en realidad les importa un pito la ideología, mientras puedan sacar provecho para sí mismos y los suyos. Usted sabrá a quien y quienes me refiero…los pragmáticos de la política, que pueden ponerse la etiqueta que quieran (socialcristianos, libertarios, socialdemócratas, neoliberales, etc.), pero a pesar de la seda que vistan siempre monas se quedan.

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